Pese a ser lugares donde se resuelven varios de los asuntos más importantes de la ciudad, los barrios reciben poca atención especializada por parte de las políticas públicas peruanas. Nuestra vida en comunidad empieza ahí. Los niños y jóvenes crecen en sus calles y juegan en sus parques. Incluso, el precio de las propiedades depende de ellos. Pero definir un barrio es un ejercicio complejo y difícil. No es un conjunto de casas, como algunos pueden creer. Es una comunidad, arraigada a un espacio urbano local. Comprende una geografía e infraestructura física, pero, sobre todo, un entramado de identidades, tradiciones e interacciones sociales. Como consecuencia, delimitar sus fronteras no es una ciencia exacta.

Delimitar un barrio sirve al Estado para situar el espacio de intervención de algunas políticas urbanas y focalizar el impacto en su comunidad, especialmente las más vulnerables. Varios enfoques sirven para definir estos límites. El primero, de arriba a abajo, dicta fronteras desde oficinas gubernamentales según criterios geográficos que surgen de mapas catastrales y topográficos. Otro, de abajo hacia arriba, parte del imaginario de los vecinos, es decir, los mapas mentales que tienen de su territorio. Un tercer enfoque se basa en la identificación del “ámbito público”, a partir de un mapeo de los edificios, servicios y espacios públicos donde los vecinos interactúan.

La Estrategia Multisectorial Barrio Seguro del Ministerio del Interior desarrolló una metodología que combinaba estos tres enfoques. Al ser una estrategia focalizada, debido a la evidencia de concentración territorial de riesgos y delitos, era importante reconocer en dónde empieza y termina físicamente cada barrio. Así, podría establecerse, con cierta precisión, el área de intervención policial y multisectorial para prevenir el crimen y reducir los factores de riesgo. Como la gran mayoría de barrios peruanos no tienen delimitación oficial, esta estrategia se vio en la misión de desarrollar una propuesta propia.

Como primer filtro, se listaron los distritos urbanos más vulnerables al crimen y la violencia del Perú, según las tasas de homicidios, victimización y presencia de internos en penales. Dentro de estos distritos, el equipo de Barrio Seguro decidió que la extensión de los barrios por intervenir debía ser, en promedio, de 70 manzanas. Además, debían tener un colegio y una comisaría cercanos, y acceso, al menos parcial, a servicios de luz y agua. Los barrios debían estar dentro de la jurisdicción de una sola municipalidad distrital y de una sola comisaría, para tener interlocutores específicos y responsabilidades claras en el espacio.

Luego, el análisis contemplaba identificar los sitios con mayores denuncias según las estadísticas policiales. A esto se sumó el trabajo de campo del equipo de Barrio Seguro con representantes de la municipalidad, la comisaría y los vecinos. Algunos límites barriales eran evidentes, como el mar o una carretera. En otras ocasiones, la demarcación de los tiempos de la fundación de los asentamientos humanos sirvió como referencia. Pero el análisis cualitativo buscaba conocer la percepción de los vecinos sobre su territorio. Dado que la identidad y pertenencia de los vecinos son elementos imprescindibles en esta política, se trató de evitar la posibilidad de que la delimitación formal del barrio sea distinta a la que tienen los residentes en su imaginario.

El producto final de este trabajo era un mapa, físico y virtual, en donde se dibujaron los límites del barrio, además de los lugares de mayor relevancia pública, incidencia delictiva y riesgo para sus residentes. Esta metodología es susceptible muchas mejoras, pero sirvió entonces para definir el área de intervención. Estos barrios necesitan atención especializada, como consecuencia de la inequidad, desorganización y segregación de la ciudad peruana. En respuesta, las políticas urbanas, como Barrio Seguro, deben proveer servicios de calidad, diseñar espacios urbanos inclusivos, y promover la participación y cohesión de los vecinos.

*Artículo fue publicado por primera vez en el Observatorio de Políticas para la Ciudad de la PUCP.