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Plaza de toros de Chota. Fuente: Diario El Comercio

Volver al ruedo en la plaza de Chota

¡Oh! Más tiemble el invasor ante esta plaza que jamás habrá derrota o rendición.

Himno de Chota

Publicado: 2021-05-02

A pesar de la exitosa ejecución de un debate presidencial (no oficial) de último minuto en la pequeña ciudad de Chota y de la aguda performance del candidato Pedro Castillo durante el careo, un análisis del debate en toda su extensión, desde la previa, evidencia que la candidata Fujimori se habría beneficiado más que su adversario. No porque ella haya tenido una mejor retórica o mejores propuestas. Sino porque, al inicio de esta semana, pocos veían en la candidata Fujimori alguna chance de voltear al candidato Castillo en las encuestas. Sin embargo, acabada la semana, se ha sembrado la sensación de que la contienda sigue siendo de a dos. El debate comunicó que la candidata Fujimori continúa en competencia, tiene un mes más de campaña y, al menos, hay un debate por venir.

La insospechada diligencia del debate en Chota merece algunos reconocimientos previos. La plaza pública resguardada por policías, las autoridades sobre el estrado vestido de telas rojiblancas y el maestro de ceremonias evocando la fundación del distrito trasmitieron la atmósfera cívica de los desfiles escolares de 28 de julio. Bajo esta perspectiva, la invitación del candidato Castillo a debatir en Chota sí logro traer la oficialidad del debate presidencial a la provincia, hacer valer varios códigos que a la mayoría de peruanos nos son familiares, y poner a campesinos y ronderas en la primera fila de la audiencia. Gracias a la tenacidad de la municipalidad y las organizaciones civiles chotanas, más la justa protección del gobierno nacional, el candidato Castillo hizo prevalecer su condición de local: no porque Chota no sea el Perú, como algunos renegados intentaron revelar, sino porque, sencillamente, él es chotano y la candidata Fujimori no.

Como ocurre en el boxeo, esta contienda empezó en los medios de comunicación antes que en el cuadrilátero, con los adversarios midiéndose en redes y tanteando su coraje. Mientras el candidato Castillo jugaba a que no le impongan nada para que él pueda imponer, ella jugaba a permitir que él monopolice la organización, esperando que se eche para atrás o, peor aún, que termine en un evento catastrófico. La candidata Fujimori estiró la pita todo lo que pudo, esperando los errores de su adversario, pero estos no llegaron, o no lo hicieron con la magnitud que ella esperaba. El candidato Castillo y su equipo pueden ser improvisados, pero no son ningunos neófitos en los quehaceres de la organización política territorial. Volviendo al box, las tablas en el ring sirvieron para demostrar que el defensor del título tiene rival para rato, dejándonos ansiosos por próximas contiendas.

He ahí que el error táctico del candidato Castillo fue de origen: adelantar el debate presidencial. En lugar de crear las condiciones para darle el tiro de gracia en su propia plaza, lo que hizo al invitar a su contrincante a Chota de un momento a otro fue un ejercicio de magnanimidad. La candidata Fujimori, tan relegada en las encuestas, hubiese ido a cualquier lugar para ponerse frente a frente, de tú a tú, en el mismo escenario y al mismo nivel de quien la separan la inmensidad de diez puntos porcentuales. El candidato Castillo tendió la mano a una competidora que no hallaba por donde sorprender. No seamos ingenuos de creer que la performance inicial de la candidata Fujimori, aceptando con parsimonia las idas y venidas del candidato Castillo, eran muestras de su espíritu dialogante y democrático, cuando en realidad era el cálculo paciente ante un adversario que le regalaba el arco por querer dejarla en offside.

El favor que hizo el candidato Castillo a la candidata Fujimori adelantando el debate pudo tener un efecto mayor que no se alcanzó. En primer lugar, porque el debate ocurrió con un orden y una puntualidad que ni los medios de Lima ni el equipo de campaña fujimorista auspiciaban. Hubo apretujones y aglomeraciones como en toda fiesta, pero no hubo --o no se percibió-- un pandemonio. Incluso, el candidato Castillo hizo notar su localía sin llegar a justificar algún reclamo de que el terreno se había inclinado a su favor. En segundo lugar, porque la candidata Fujimori preveía una superioridad retórica que no se vio. Él hablaba como en cualquier parte mientras ella modulaba su voz a un tono de mitin, él transmitía su alma provinciana mientras ella se esforzaba por tener alma y él se veía tan cómodo con su sombrero mientras ella insistía que llegar a Chota le era una travesía. Ahora bien, cuando abrieron el álbum de los recuerdos de la corrupción, él se vio demasiado cerca a su colega Vladimir Cerrón, sin contratacar con una estocada sobre la dinastía Fujimori. En el plano de las ideas, el populismo y la imprecisión reinaron en beneficio de un pueblo abstracto e impersonal que esperará a que sepan gestionar un país pandémico.

Gracias a este debate anticipado, la candidata Fujimori volvió al ruedo en Chota. Su adversario, a la vez, se consolidó como el candidato de las provincias. Dicho de otro modo, llevar el debate a Chota ha servido al candidato Castillo para afianzar su posición con sus electores, pero a costa de permitirle a su adversaria mostrar su candidatura como vigente. En el plano real y en el simbólico, Chota puso a los candidatos en el mismo terreno, matizando las diferencia que las encuestas adelantaban. Con todos los riesgos que significó para los chotanos este acontecimiento histórico, este debate le puso pueblo, presencia y emoción a una campaña que no conectaba más que aquellas frías transmisiones vía Zoom.


Escrito por

Elohim Monard

Peruano y amazónico. Profesional en temas de paz, seguridad y conflictos. Rotary Peace Fellow y embajador del Índice de Paz Global.


Publicado en

Tormenta Tropical

El título de este blog evoca un proyecto de mi padre, allá en la Amazonía donde nací. Aquí ordeno mis ideas públicamente.