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El suicidio de una generación

“Los jóvenes deben firmar el recambio sobre el féretro de la corrupción y el mesianismo”

Julio César Mateus

Publicado: 2019-04-21

El suicidio de Alan García tuvo un carácter épico y encendió la controversia como, seguramente, él había previsto. Así también, su acto fue el tiro de gracia a una generación de políticos que estaba agonizando, a quienes no unen las edades o las ideologías, sino la sombra de la corrupción. Algunos de sus exponentes intentarán aparecer de nuevo en el escenario político y participar en elecciones, pero ya no serán más que zombies con olor a cárcel. El próximo Congreso, completamente renovado, podrá asociar a la generación Lavajato con lo peor de la política.

A la caída de esa generación le acompaña el surgimiento y consolidación de nuevos lideres nacionales. Más allá de nuestras banderas, gustos y disgustos, los políticos de la nueva hornada son Salvador del Solar, Julio Guzmán, Verónica Mendoza, George Forsyth, Kenji Fujimori y otros que queremos ver llegar. El gatillo de Alan García definió un lugar en el espacio-tiempo histórico para una nueva generación de protagonistas. A los políticos de su misma generación, Alan García los llamó miserables en su carta de despedida. No sabemos aún si los nuevos serán mejores que los anteriores, pero queremos creer que no hipotecarán el país por dinero y poder.

A pesar de las nostalgias y los anhelos de los apristas que llenaron la Casa del Pueblo en el velorio de su líder, los partidos políticos del siglo pasado ya no van a resucitar. Augusto Ferrando y Chacalón tuvieron mucha más gente buscando su ataúd. La fuerza que está apagando los partidos políticos es más grande y poderosa que la muerte de Alan García. La capacidad limitada del Estado para resolver los problemas cotidianos, la desconcentración del poder político entre muchos actores diversos, y el efecto de las redes sociales en ciudadanos más (des)informados y más indignados, demanda reinventar las formas de (re)presentarnos políticamente.

Derivado de lo anterior, el suicidio más seguido por los medios peruanos confirma que la política y el espectáculo se han vuelto inseparables. Los políticos por venir son futbolistas o actores de cine, si no se presentan rodeados de comics para recibir más likes. Se auguran políticos que serán producto de un manual de marketing. El equilibrio entre la política y el espectáculo puede ser el desafío público más importante del siglo que recién empieza. Los nuevos políticos no podrán dejar de discernir entre lo necesario y lo superficial para ganar audiencia. Se hallarán en el permanente dilema de abandonar una reforma porque carece de impacto mediático.

Los nuevos aires de la política peruana heredan pendientes históricos que la generación recién enterrada no supo, no pudo y no quiso resolver. Las inequidades económicas, sociales y étnicas son nuestras verdaderas cadenas al pasado. Los rostros que entrarán --que entraremos-- a hacer política, deben ver el Perú desde las regiones. Cuando Alan García toma su última decision, el Presidente del Perú proviene de una región fronteriza lejana a Lima. A pesar de las voces apocalípticas y celosas, nuestro actual gobernante mantiene una aprobación mayor que la de sus predecesores en su primer año de gobierno. Así, las nuevas generaciones de políticos pueden ver a las regiones y ciudades como polos de desarrollo ávidos de liderazgo, tentando alcaldías y gobernaciones que, luego, les permita saltar a lo nacional.

Con Alan García se despide una generación que entendió el crecimiento del Perú compatible con sus negocios millonarios bajo la mesa. Pero él no se suicidó solo porque estaba acorralado por la justicia. Las investigaciones judiciales abonaban sobre una tragedia, para él, mayor: que su protagonismo y poder político se estaban apagando. Sabía que sus recursos políticos no le servían ya para hacerse de gloria. Con su generación desaparecen el balconazo y el mitin, el militante y el carné. Se despiden un conjunto de prácticas políticas desfasadas en tiempos de tecnologías y medios de comunicación descontrolados. Preso de los tiempos, Alan García se hizo viral a costa de su propia vida. Bien lo dijo Omar Taupier: su último megáfono fue una bala.


Escrito por

Elohim Monard

Peruano y amazónico. Profesional en temas de paz, seguridad y conflictos. Rotary Peace Fellow y embajador del Índice de Paz Global.


Publicado en

Tormenta Tropical

El título de este blog evoca un proyecto de mi padre, allá en la Amazonía donde nací. Aquí ordeno mis ideas públicamente.