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La inverosímil reconciliación en clave fujimorista

"La reconciliación emerge como la mezcla de voces que encuentra su frecuencia natural"

John Paul Lederach

Publicado: 2016-07-25

En 1943, Winston Churchill le dijo a Roosevelt y Stalin que la historia los juzgaría amablemente. Cuando ellos, sorprendidos, le preguntaron a qué se refería, él les respondió: “porque yo escribiré la historia”. En los años siguientes, y adelantándose a los historiadores, Churchill escribió varios volúmenes con su versión de la Segunda Guerra Mundial. Churchill sabía que la política es lenguaje y, por tanto, narrativa. Puede dar forma al imaginario de las generaciones, estableciendo quiénes son amigos y quiénes, enemigos; quienes son héroes y quiénes, víctimas.

En el Perú, el fujimorismo pretende hacer suyo el discurso de la reconciliación. Hace unos días, algunos congresistas de Fuerza Popular juramentaron en nombre de la reconciliación de los peruanos, haciendo eco a las palabras de Keiko Fujimori, quien durante la campaña presidencial ofreció "la verdadera unidad y reconciliación". Sin embargo, la reconciliación en clave fujimorista es inverosímil. Si el fujimorismo y sus líderes quieren volverse los paladines de la reconciliación, tienen una larga y dolorosa tarea por delante. No debemos permitirles, como sociedad, que jueguen el papel de víctimas. 

Para empezar, Alberto Fujimori debería pedir perdón por los asesinatos, la represión y la corrupción durante su gobierno. Acciones de las que no fue ajeno, como quieren hacernos creer, y por las que fue condenado a prisión. Los sucesos positivos durante su gobierno no lo absuelven de graves delitos, por los que debe responder política y judicialmente. Hasta el momento, el fujimorismo y sus líderes han negado cualquier acto de contrición, requisito ineludible para la reconciliación de los peruanos. Un perdón genuino y profundo, que se sienta hasta los huesos, no uno lejano y frío como una carta por fax. Mientras Fujimori no pida perdón, el indulto no será una forma de reconciliación.

El fujimorismo, además, ha negado sistemáticamente cualquier intento de reconciliación anterior. Ha vilipendiado y tergiversado el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), en el cual es explícita la culpa de Sendero Luminoso como iniciador de la violencia al declararle la guerra al Estado peruano. Es claro en señalar que fueron los actos terroristas de Sendero y el MRTA los que más muertes causaron en el país, pero el fujimorismo quiere una reconciliación a su manera. En Harvard, Keiko dijo que el trabajo de la CVR había sido positivo para el país. Ahora es evidente que estas palabras, que enunció como candidata y representante del fujimorismo, fueron solo una estrategia de campaña y, por lo tanto, una gran mentira. La reconciliación la viene buscando mucha gente antes que el fujimorismo y a pesar del fujimorismo. Es oportunista, sino cobarde, apropiarse de una palabra con tanto significado para hacerse las víctimas y sacar a su líder de la cárcel.

La reconciliación supone superar y resolver el conflicto –reducido a una mínima expresión, pero no eliminado– y dialogar abiertamente sobre sus implicancias desde todos los puntos de vista –contrario a los ataques que el fujimorismo practica–. Además, la reconciliación requiere políticas que reparen a las víctimas (civiles y militares) y sancionen penalmente a los responsables de crímenes y violaciones de derechos humanos. No obstante, negar los crímenes de Alberto Fujimori está en el ADN del fujimorismo, así como evitar cualquier mención o reconocimiento a los derechos humanos. El fujimorismo y sus simpatizantes hacen oídos sordos porque la CVR admite que el Estado no supo responder al problema, cometiendo atropellos contra muchos ciudadanos que no eran terroristas y debían ser protegidos. Atropellos que Alberto Fujimori permitió y avaló.

Los fujimoristas tampoco tienen el monopolio de la lucha contra el terrorismo. Sugerirlo es una ofensa para los peruanos que no estamos alineados en sus filas pero sí repudiamos a Sendero Luminoso y el MRTA. Es un atentado para los que sufrieron, directa o indirectamente, las consecuencias de las armas. Por el contrario, el fujimorismo trata de convencer que quienes no coinciden con sus ideas políticas son terroristas. Lo dijo la futura presidenta del Congreso, Luz Salgado: “el antifujimorismo obedece a gente mezclada con Sendero y el MRTA”. Es una prueba de que el fujimorismo no quiere reconciliación. Excluyen y acusan a quienes no piensan como ellos. La mayoría de peruanos –ni terroristas ni izquierdistas– quieren democracia, respeto a la vida y lucha contra la corrupción. Algo que el fujimorismo no puede ofrecer.

La reconciliación también exige un compromiso indiscutible con las formas democráticas. El fujimorismo, por lo tanto, debería bajar el tono agresivo, porque a la reconciliación le subyace un compromiso de no violencia. El discurso fujimorista está plagado de confrontación, prepotencia e imposición. La reconciliación, en el marco de la democracia, también implica justicia. Exigir la liberación de su líder como un requisito para la reconciliación nacional sin haber tendido la mano alguna vez a los demás actores de la sociedad o haber construido un solo puente entre peruanos, es un chantaje. (Ni siquiera han pagado la reparación civil que debe Alberto Fujimori). Queda en evidencia que el primer punto de agenda de la mayoría fujimorista en el Congreso es liberar a su líder y llenarse de poder, no legislar para todos los peruanos, mandato que en verdad les encargaron.

Para David Bloomfield, la reconciliación es el tránsito de una sociedad desde un pasado dividido a un futuro compartido. Esto supone soldar las fracturas, replantear las relaciones y sanar las heridas. En este sentido, la reconciliación es un proceso largo (toma tiempo), amplio (involucra a muchas personas) y profundo (mental y emocional). Es también un anhelo de armonía y convivencia pacífica, aceptación y reconocimiento mutuo, respeto y confianza entre los miembros de la sociedad. Por tanto, la reconciliación es también un fin en sí mismo. El fujimorismo quiere apropiarse de un proceso y un anhelo que le pertenece a todos los peruanos. Así como no es propiedad de los grupos de izquierda, tampoco lo es del fujimorismo. La reconciliación es consecuencia de una confluencia de voces que emergen de todos los sectores de la sociedad. De a pocos, con cuidado y perseverancia, estas voces se van ecualizando hasta compartir una misma frecuencia. El fujimorismo es el ruido constante que interrumpe este proceso. Reconciliación y fujimorismo han sido, hasta hoy, un oxímoron. 


Escrito por

Elohim Monard

Peruano y amazónico. Profesional en temas de paz, seguridad y conflictos. Rotary Peace Fellow y embajador del Índice de Paz Global.


Publicado en

Tormenta Tropical

El título de este blog evoca un proyecto de mi padre, allá en la Amazonía donde nací. Aquí ordeno mis ideas públicamente.