Hace poco más de un mes se lanzó el Índice de la Paz Global 2015, elaborado por el Institute of Economic and Peace (IE&P). Este es uno de los esfuerzos más serios y persistentes por medir la situación de la violencia y la paz en el mundo con una mirada integral. El índice tiene 23 indicadores cuantitativos y cualitativos, clasificados en tres temas: conflictos internacionales y domésticos, seguridad, y militarización. Los datos son recogidos y calculados por The Economist Intelligence Unit. El informe define paz como "la ausencia de violencia y la ausencia de temor a la violencia" (lo que Galtung llama "paz negativa"). 

El Perú ha mejorado en relación al informe del 2014. De 162 países, pasó del puesto 110 al 92. Esta mejora se debe, según al estudio, al descenso en el número de muertes a causa del conflicto interno (presumo que se refiere a los rezagos del Sendero Luminoso en el VRAEM y Valle del Mantaro). Este año, los peores indicadores para el país son la percepción de criminalidad (tanto de confianza interpersonal como seguridad personal), así como la probabilidad de que ocurran manifestaciones violentas. Otros indicadores en los que andamos mal son el número de homicidios y el acceso a armas. Lamentablemnte, todo esto suena bastante coherente y real. Además, el costo estimado de la violencia en el país ha sido casi 24 mil millones de dólares (US$23,943,988,843). 

Si bien nos mantenemos como un país medianamente pacífico, seguimos dentro de la mitad más violenta (Chile, Uruguay y Argentina son los únicos latinoamericanos en la otra mitad). Ahora bien, uno de los hallazgos más importantes del informe es que hay una creciente desigualdad en términos de paz. Es decir, la brecha entre los países pacíficos y los violentos se está extendiendo gradualmente. Mientras los más pacíficos tienden a fortalecer su situación, los más violentos se deterioran cada vez más. El Perú, al ser un país de media tabla, está en un momento decisivo. De no reducir la violencia y saltar hacia la mitad más pacífica, podemos quedarnos estancados o empeorar en los próximos años. 

Consideremos los dos indicadores clave para el Perú en el informe: percepción del crimen y manifestaciones violentas. Durante este año, el sicariato y las extorsiones se multiplicaron y expandieron su territorio descaradamente, llegando hasta las zonas más exclusivas de Lima. Esto está aumentando considerablemente la percepción de inseguridad. Además, manifestaciones como las de Tía María fueron muy violentas y causaron muertes. Por tanto, es posible que mostremos un retroceso en el informe que vendrá el 2016. 

Pero es otro el hallazgo que más repercusiones tendría para el Perú y, especialmente, para su modelo de desarrollo. El informe afirma que la paz tiende a aumentar en los países más urbanizados. Sin embargo, son más propensos a que la paz se deteriore, a medida que aumenta la urbanización, cuando se presentan tres condiciones: débil cumplimiento de la ley, discriminación entre grupos sociales, y altos niveles de inequidad. Pese a que el Perú es un país de ingreso medio que ha venido gozando de desarrollo económico durante más de diez años, entre sus instituciones más débiles están el poder judicial y la policía. Del mismo modo, aunque la pobreza haya disminuído, las inequidades económicas y sociales son aún profundas y obvias a la vista, y la discriminación, especialmente racial y de género, una herida abierta. Si seguimos así, estamos en riesgo de que la urbanización, como producto de nuestro desarrollo económico, nos siga jugando en contra en términos de paz y convivencia social. 

Finalmente, el IE&P analiza las variables que determinan una "paz positiva", aquella que va más allá de la ausencia de violencia. El informe define paz positiva como "las actitudes, instituciones y estructuras que crean y mantienen las sociedades pacíficas". El índice de paz positiva es muy importante para el Perú porque, de acuerdo al informe, los países con mejores indicadores pueden lidiar con la urbanización de forma más segura. En consecuencia, son los indicadores de paz positiva los que pueden dar una mejor guía para las políticas públicas. Los factores o pilares que determinan la paz positiva son ocho: 1) buen funcionamiento del Estado, 2) distribución equitativa de los recursos, 3) bajos niveles de corrupción, 4) altos niveles de capital humano, 5) ambiente saludable para los negocios, 6) aceptación de los derechos de los demás, 7) buena relación con los vecinos, 8) libre flujo de información. De ellos, solo los negocios y la información son temas en los que aprobamos, aunque raspando.

Mi conclusión, a luces del informe, es que el Perú está en un momento crítico de su desarrollo. Insistir en que éste se basará primordialmente en logros económicos, aunque estos, en ocasiones, rompan el tejido social y la convivencia, pone en riesgo lo alcanzado. Hay mucho más dinero y modernidad, pero también lugares con más de 70% de pobreza, como el VRAEM, y donde las reglas de juego están pintadas; territorios que parecen el lejano oeste. De hecho, la violencia es un espiral muy dicífil de parar una vez que expande y reproduce. Lo sabemos porque ya lo vivimos. Próximos a las elecciones presidenciales, no hallo visión ni liderazgo suficientes para enfrentar el riesgo de la violencia urbana. La evidencia demuestra que la violencia solo puede llevar a más violencia, venga del Estado o de otros grupos. En cambio, reformar la policía y el poder judicial, insistir en la reducción drástica de las inequidades entre grupos sociales, y abordar directamente la discriminación explícita e implícita que sufren muchísimos peruanos, son temas fundamentales a abordar a nivel político, empresarial y social si queremos ser un país desarrollado y, primordialmente, pacífico.