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Los riesgos de no elegir

Argumentos a favor del voto obligatorio... y en contra del voluntario (actualizado: noviembre 2020)

"Tal vez alguno ande por ahí perdido, luchando contra los chaparrones, soportando los azotes del viento, apretando contra el corazón el documento que lo acredita como ciudadano con derecho a votar, pero, tal como están las cosas en el cielo, va a tardar mucho en llegar, si es que no acaba regresando a casa y dejando los destinos de la ciudad entregados a aquellos que un automóvil negro deja en la puerta y en la puerta después recoge, cumplido el deber cívico de quien ocupa el asiento de atrás." José Saramago, Ensayo sobre la Lucidez.

Publicado: 2015-02-26

En los últimos meses, he conversado en Sanford con dos especialistas que han subrayado que el voto obligatorio es una de las alternativas más importantes para fortalecer las democracias, en general, y mejorar la calidad de las elecciones, en particular. Ellos tienen perfiles muy diferentes: Peter Erben es de Dinamarca y ha asesorado y acompañado procesos electorales en países frágiles, como por ejemplo Afganistan, Egipto e Indonesia. Bill Fletcher es un consultor en comunicación que ha participado en más de 600 campañas políticas en los Estados Unidos. En las próximas líneas resumiré los principales argumentos que me han convencido que en el Perú no deberíamos pasar del voto obligatorio al voluntario.

En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, el voto voluntario estaría empujando a que la campaña política se centre en motivar a los ciudadanos para que vayan a votar o, por el contrario, en procurar que no lo hagan. Son los votantes de los extremos del espectro político quienes suelen votar de seguro, en lugar de los electores moderados ubicados más al centro. Los electores con convicciones extremas son quienes sí van a votar porque defienden con mayor ímpetu sus convicciones, mientras la mayoría de quienes tienen posiciones moderadas estarían menos involucrados y motivados para registrarse y, finalmente, votar. Dado un contexto de voto voluntario, los candidatos acomodan su discurso para los electores que están seguros que sí votarán, es decir, los grupos más radicales, ya sea de izquierda o derecha, pues son ellos quienes decidirán las elecciones. 

Esto me lleva a pensar que en el caso peruano y lo que podría suceder ante un eventual voto voluntario: 

1) En las elecciones presidenciales del 2011, fueron decisivos los votos del centro pues obligaron a los dos candidatos de la segunda vuelva a moderar su discurso. Es probable que, de existir voto voluntario, una parte importante de esos electores se decida por no votar y, por tanto, no habría suficiente incentivo político para que los candidatos viren hacia el centro, sino, por el contrario, se radicalizarían más. De hecho, si amplificamos el papel que juegan estos votantes, es posible que sean ellos quienes han equilibrado las urnas en sendas segundas vueltas y, con ello, el país, en los últimos quince años de democracia.

2) El voto voluntario reduciría la representatividad de los votantes, mientras el voto oblogatorio tendría una representatividad más robusta y diversa. Son muchas las barreras que podrían limitar la participación electoral de poblaciones vulnerables y, así, terminar menos representadas. Es una falacia sostener que las autoridades solo deben representar a aquellos pocos que deciden voluntariamente ir a votar porque, una vez elegidas, estas autoridades deberán hablar en nombre de todos los ciudadanos. Por otro lado, si el voto no parece facilitar la representatividad actualmente, no debemos entenderlo como un producto del voto obligatorio, sino del conjunto del sistema político que fomenta una oferta de mala calidad, un resultado muy ligado al arrastre y condiciones para un voto menos racional.

3) Si en el Perú ya existe un mercado de votos por comisión y golondrinos, ante un eventual voto voluntario, las campañas se centrarían en comprar votos (y no-votos). Así, no me parece cierto, como los defensores del voto voluntario sugieren, que los ciudadanos que irían a sufragar serían fundamentalmente los más interesados e informados. La cultura política peruana, sobre todo en provincias, llevaría a que uno de los principales incentivos para que alguien vaya a votar (o para que no vaya) sean las prebendas. Entonces, las elecciones se volverían menos emocionales y más racionales, pero no en base a ideas sino a incentivos económicos al desnudo. Bastaría dinero y pendejada para resolver las elecciones... aún más que ahora.

Un elemento adicional, menos robusto que los anteriores, es que, si bien en el Perú mucha gente demora en engancharse o nunca se engancha con las elecciones, decidiendo por quién votar a último minuto, el voto obligatorio hace que el día de las elecciones se vuelva una fiesta democrática, por más trillado que suene eso. En el día de elecciones, dado que todos tienen que salir a votar, las personas, las familias y los amigos, junto a los medios de comunicación, se organizan alrededor del debate político y el futuro del país. Es cierto, las redes sociales se polarizan y, en ocasiones, los días previos se vuelven una cuna de pugnas odiosas, pero es el reflejo de una realidad social y puede que muestre, también, el rol electoral de absorber la tendencia violenta de la competencia por el poder. 

Ahí un subargumento que supone que con el voto obligatorio muchas energías y recursos se ponen en informar y educar a todos sobre los asuntos públicos, cuando con el voto voluntario se irían a segmentos más exclusivos, sino a empujar a la gente para que vaya a votar. A largo plazo, me parece que estas situaciones favorecen a la democracia y que los vicios que tenemos en el sistema político poco tienen que ver con la naturaleza del voto y mucho con las reglas y la organización para la oferta política, llámense partidos políticos, movimientos regionales y locales, y candidatos. 

Solo en 22 países del mundo el voto es obligatorio. Si bien muchos de ellos tienen malas experiencias eligiendo a sus gobernantes, no creo que se deba a este tema. Algunos países que a menudo se citan como ejemplo a seguir son Australia, junto con Chile y Colombia. Dados los argumentos expuestos arriba y otros que no he desarrollado pero que son fundamentales -como la representación de la ciudadanía en pleno, no solo de una pequeña parte, que permite el sufragio obligatorio- la mejor defensa del voto voluntario sigue siendo la libertad de las personas para optar por el ejercicio de su derecho. Sin embargo, pensando en los riesgos del voto voluntario para la salud de la democracia en países institucionalmente frágiles como el Perú, bien vale seguir haciendo del voto un deber, en beneficio de un ecosistema político que permita desarrollar todas las demás libertades.


Escrito por

Elohim Monard

Peruano y amazónico. Profesional en temas de paz, seguridad y conflictos. Rotary Peace Fellow y embajador del Índice de Paz Global.


Publicado en

Tormenta Tropical

El título de este blog evoca un proyecto de mi padre, allá en la Amazonía donde nací. Aquí ordeno mis ideas públicamente.